lunes, 2 de julio de 2012

Los talentos de un niño

Ana, era una niña de 10 años que vivía en una zona fría de Europa con unas tías, hermanas de su padre. En un accidente automovilístico, en el que ella viajaba con sus padres cuando era una bebé, ellos perdieron la vida y la niña fue la única sobreviviente. Afortunadamente pudo quedarse con unas tías. Ella tuvo tanto amor, que no sintió la ausencia de los seres más importantes en la vida de todo ser humano, nuestros padres. La tía Julia era una gran pianista y Ana aprendió a tocar el piano con mucha pasión, destacando en todas las actividades en las que podía participar, ya sea en el colegio, la iglesia o en reuniones familiares. Ana también tocaba la guitarra, era bailarina de ballet y dibujaba muy bien. “¿Cómo puede hacer tanto una niña?”, decían las amistades de las tías.
“¡Ah!, es que ella es muy disciplinada. No pierde el tiempo. Es una niña pero sueña con llegar muy lejos. Sabe que la constancia y tener metas claras, hará que logre todo lo que se propone, así como nosotras”, decía la tía Lupe. “¡Sí!”, decían sus hermanas a la vez. Ana tenía buenos ejemplos y eran una familia luchadora que no se rendía ante nada. “Todo tiene solución”, decían siempre. La constancia es muy importante. “Debemos perseguir nuestros sueños”, repetían en sus conversaciones. Ana siempre recordaba lo que oía y sobre todo lo que veía, como todos los niños que aprenden por imitación. Hacen todo lo que ven.

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